Después, a medio día, en la Plaza de la Danza —no estoy seguro—, en frente de la Iglesia de la Soledad —donde están las nieves pues’n— fue el último show.
Como no estábamos seguros de cuánta gente iba a ir —si es que lo íban a hacer— utilizamos la técnica del día anterior —*sigh* creo que este detalle lo omití— que consiste en caracterizarnos e invitar a que la gente se burle de nosotros y asista a vernos. Me tocó invitar a una pareja de extranjeros, que a primera vista parecían gringos, pero al invitarlos en mi perfecto español y darse a entender que no me comprendieron ni madres, utilicé mi segundo idioma natal; el francés y me dijeron que eran de Bélgica y quedaron en ir a vernos…. falsas promesas.
Para la una de la tarde ya estábamos libres y sabiendo que probablemente el miércoles Cronos nos haría una mala jugada, aprovechamos para volver al mercado y comprar souvenirs y recuerdos…. que se llevaron prácticamente todos mis viáticos.
Curiosamente no compré mucho para mi, sólo chapulines, chocolates, mole y una veladora de barro negro. Y ahí mismo aproveché para probar la nieve que se nos había pasado en la Soledad… sin importarme mucho la tos, vamos, que será un ratote hasta que vuelva.
Decidimos irnos cuando ya de plano estaban cerrando los puestos, después de un pequeño aperitivo nos regresamos al hotel y aproveché para ir al ciber más cercano y checar el email.
Ese día sí fui a la cama temprano… pero los otros no. La noche fue larga.