El mundo hoy vive con miedo que ha transformado el placer de volar en una proeza digna de contar, pero nos hemos adaptado tan bien a ese temor que muchos de los que sobrevivieron a aquel martes lo recuerdan sólo en cada aniversario y en pocos días más a pesar de lo cerca que estuvieron de la muerte. Los líderes de opinión se hacen preguntas acerca del qué hubiera sido en un hipotético caso de que ese evento no hubiese ocurrido.
Este año pudimos ver algunas de las fotografías más impresionantes; momentos después del impacto en el que el fotógrafo perdió la vida por hacer su trabajo y algunas otras inéditas hasta el momento que fueron tomadas dos días después, el 13 de septiembre.
Conspiraciones, teorías, sitios enteros dedicados a la difícil tarea de encontrar la verdad y una tremenda paranoia colectiva que crea mitos busca primero desinformar y luego meternos a la cabeza extrañas e inverosímiles historias en la mayoría de los casos.
Pero es tiempo de ver adelante, los edificios nuevos son auténticas obras de arte que serán terminados en seis años, los tributos de luces son unos espectáculos maravillosos que hacen olvidarnos por unos momentos la tragedia que rodea el motivo por el cual hacerlos.
Alguien podría decir que esto nos trajo algo bueno: el precio de los boletos de los aviones bajaron drásticamente, pero a qué precio? Al de unas cuantas horas en el aeropuerto y revisiones de parte de las autoridades como si todos fuéramos terroristas.
Los estéits no cayeron, pero viven con miedo. Y con ellos, nosotros también.