De El Libro de la Imaginación me hice de forma precipitada el año pasado, al mandar a pedir mis libros de la escuela a Gandhi e incluir “uno de Edmundo Valadés”; para mi mala suerte había comprado una recopilación de cuentos y no los cuentos escritos por el propio autor.
Sin rodear mucho, el libro es excelente, está dividido en secciones con un tema específicos, y los cuentos dentro de ésta tienen una semejanza por tratar el mismo tópico. Además, dentro de las 250 páginas que abarca el libro hay más de 300 cuentos; algunos de a penas un par de renglones y otros, a lo más, de una página y media, convirtiéndose en un excelente distractor de esos minutos en los que esperamos algo o estamos en alguna fila —que siempre terminan siendo horas—.
Sin más, estos son algunos de mis cuentos favoritos:
El Narrador (Oscar Wilde)
Había una vez un hombre a quien amaban porque contaba historias. Todas las mañanas salía de su aldea, y cuando volvía al atardecer, los trabajadores, cansados de haber trajinado todo el día, se agrupaban junto a él y le decían:
¡Vamos! Cuéntanos qué has visto hoy.
Y él contaba.
He visto en el bosque un fauno que tañía la flauta y hacía bailar una ronda de pequeños silfos.
Cuéntanos más. ¿Qué has visto? decían los hombres.
Cuando llegué a la orilla del mar vi tres sirenas, al borde de las olas, que con un peine de oro peinaban sus cabellos verdes.
Y los hombres lo amaban porque les contaba historias. Una mañana dejó su aldea como todas las mañanas; pero cuando llegó a la orilla del mar, he aquí que vio tres sirenas, tres sirenas al borde de las olas, que peinaban con un peine de oro sus cabellos verdes. Y continuando su paseo, cuando llegó al bosque vio un fauno que tañía la flauta a una ronda de silfos.
Ese atardecer, cuando volvió a su aldea y le dijeron, como las otras noches:
¡Vamos! Cuenta, ¿qué has visto?
Él contestó:
No he visto nada
El Dedo (Feng Meng-lung)
Un hombre pobre se encontró en su camino a un antiguo amigo. Éste tenía un poder sobrenatural que le permitía hacer milagros. Como el hombre pobre se quejara de las dificultades de su vida, su amigo tocó con el dedo un ladrillo que de inmediato se convirtió en oro. Se lo ofreció al pobre, pero éste se lamentó de que eso era muy poco. El amigo tocó un león de piedra que se convirtió en un león de oro macizo y lo agregó al ladrillo de oro. El amigo insistió en que ambos regalos eran poca cosa.
-¿Qué más deseas, pues? -le preguntó sorprendido el hacedor de prodigios.
-¡Quisiera tu dedo! -contestó el otro.
Mala Suerte (Jorge Luis Borges)
Chang Tzu habla de un hombre tenaz que, al cabo de tres ímprobos años, dominó el arte de matar dragones y que en el resto de sus días no dio con una sola oportunidad de ejercerlo.
El Adivino (Jorge Luis Borges)
En Sumatra, alguien quiere doctorarse de adivino. El brujo examinador le pregunta si será reprobado o pasará. El candidato responde que será reprobado.
Ya Le Tocaba! (José Vasconcelos)
De ese Urbina (el compadre y lugarteniente de Pancho Villa) se contaba que invitó a comer a un compadre que acababa de vender unas mulas. Y a los postres, Urbina, ya borracho, seguía brindando mientras enlazaba con el brazo derecho la espalda de su compadre. Hacía calor y el compadre se llevó la mano a la bolsa de atrás del pantalón, para sacar la “mascada”, pañolón colorado de los rancheros. Urbina, es su delirio de sangre y alcohol, imaginó que el compadre sacaba la pistola, y adelantándose, sin dejar de abrazarlo, con la izquierda le perforó de un tiro el corazón. Cayó el compadre muerto, y cuando lo extendieron sobre el pavimento, en su mano crispada sólo apareció el pañuelo… Viendo lo cual, Urbina se echó a llorar y decía:
-¡Pobrecito de mi compadre! Es que ya le tocaba…
En fin, son cuentos muy pequeños, muy imaginativos, para pasarse un buen rato. Además, siendo la editorial el Fondo de la Cultura Económica, el libro es muy barato ($40 pesos).
Y si los convencí y van a comprarlo, también echen al carrito La Muerte Tiene Permiso, no se arrepentirán.