Reímos, lloramos, me apoyaste, creí en tí, te hice una parte fundamental de mi vida, nos equivocamos, te fuiste, te extrañé, te decepcioné, me enseñaste, aprendiste de mí, me dijiste que yo te inspiraba, te abrí a ver lo que muy poca gente ve en mí, jugamos, me diste un empujón para dar ese gran paso y estuviste en los momentos más importantes, así como yo estuve en los tuyos.
Y de pronto, todo cambió. Ni uno aprendió a perdonar y nuestra vida se convirtió en sinónimo de reclamos, gritos, amenazas y conflictos. Yo nunca te dejé, yo nunca quise abandonarte, fueron las circunstancias pero tú nunca lo entendiste; siempre fue mi culpa y es el fantasma que nos ha perseguido constantemente.
Los últimos meses han sido difíciles, has tomado decisiones, he tomado las propias, nuestros caminos parecen separarse y todo está roto. Creo que la vida nos puso una prueba y los dos la hemos fallado. Nada puede durar para siempre, nuestra amistad no será la excepción, pero yo esperaba que durara más.
Y aún así, sigo teniendo fe. Gracias por estar conmigo.