No es posible no comunicar
Suena raro, pero es muy cierto. Todo comunica; ya sea un movimiento corporal —gesto, suspiro, mirada—, un elemento de imagen —color, textura, tipografía, forma— e incluso el medio ambiente —la hora, el lugar—. Un restaurante gourmet expresa su calidad no sólo mediante la comida; el lugar, los muebles, el olor, los platos, las texturas, la música, el personal y decenas de otros elementos deben estar alineados con el producto central. Si un elemento es descuidado, la experiencia posiblemente se caerá. Piensen, por ejemplo, si la música fuera ruidosa, qué sentirían?
Por el contrario, si en una fonda nos encontramos con algún elemento extraordinario, probablemente nos sentiremos maravillados —la comida vale mucho más de lo que pagué!—, pues las expectativas de contexto eran bajas y algún elemento que las supere, nos hará el día.
El proyecto de Signs for the Homeless me parece un ejemplo perfecto de un mensaje desalineado con el contexto. En él, un grupo de diseñadores han cambiado los letreros de cartón de los indigentes por uno mucho más profesional. En teoría parece un esfuerzo muy loable y efectivo —al fin de cuentas es una vaca morada—. Seguramente debieron haber comenzado a recibir un poco más de dinero, pero a largo plazo apostaría que les terminará perjudicando. La razón de esto es debido a que el mensaje está desalineado con el contexto —el mismo indigente y su letrero—; para que este esfuerzo fuera efectivo tendría que haber un cambio no sólo en el cartel, también en el resto de la contextualización —el indigente haciendo otra cosa más que mendigar—.
Posiblemente sea más efectivo un cambio de mensaje: un letrero chistoso, reflexivo, inteligente. Hay un valor agregado en sacarle una sonrisa a la gente, o maravillarlo con una comida barata, no en tener un letrero más bonito o un menú mejor diseñado.
Para ser algo, hay que parecerlo. La condición es que la apariencia debe ser completa.