En un mercado dominado en gran parte por Pixar, Disney y en una escala mucho menor, Dreamworks, es refrescante ver cómo otros estudios tratan de competir en este suculento nicho. Tal fue el caso de Despicable Me hace ya 3 años —compitiendo con Toy Story 3, nada más— y este verano intentando repetir la hazaña.
El trabajo de animación es sorprendente. Han logrado crear otro universo protagonizado por los simpáticos minions, llenos de movimiento, color y alegría. Hay un fantástico cuidado del detalle en este aspecto. En cuanto a la historia, podemos decir que comienza bien, hay un buen trabajo en el desarrollo de personajes pero a la mitad parece caerse a pedazos y no levantarse. Y esto afecta terriblemente a lo que se siente una película que no llega a las 2 horas sentir como si de verdad eso durara.
Despicable Me 2 sufre de una incapacidad de poder soportar una segunda parte, misma que se siente forzada, poco pensada y carente de imaginación. Es, sin embargo, cubierta de la mejor manera por los minions… pero no es suficiente. No es mala, pero es inferior a la primera.