Como si fuera un bebé, recuerdo cuando lo que hoy conocemos como Firefox estaba en su versión 0.3 y se llamaba Phoenix. Difícilmente podríamos llamarle un navegador en ese momento, pero se veía un impresionante trabajo detrás de él. Yo no lo sabía, pero quería que esto triunfara—necesitaba desprenderme de Internet Explorer. Con muchos hacks, en tan sólo unos minutos ya estaba configurado. Y desde entonces hice una conexión.
Hoy, casi de sorpresa, me doy cuenta que Firefox cumple una década.
A medida que conocía el proyecto, Mozilla y la comunidad que hay detrás, y su misión —que perdura hasta el día de hoy—, me sentía más parte de este proyecto. Recuerdo cuando subía punto por punto, tratando de derrocar a IE. La misión, desgraciademente, no fue alcanzada, pero esto no significa que hay que abandonar la lucha.
Luego llegó Chrome, un navegador muy bueno que en poco tiempo logró lo que Firefox no pudo—respaldado por una impresionante presencia para invitar a instalarlo, sea dicho de paso. Parecía que era otro revés, otra misión fallida. Pero poco a poco, ha vuelto a tener la confianza de millones de personas, ha respetado la privacidad y los derechos que tenemos sobre todas las demás cosas; ha arreglado sus mayores problemas y ha aprendido a seguir avanzando, independientemente de los resultados.
Mis respetos totales a quienes hacen de Firefox la plataforma que es hoy en día. Esta es una muestra de que a pesar de no conseguir el triunfo, se puede seguir ganando.