Cuatro semanas bastaron para ponerme al día con la franquicia X-Men antes del lanzamiento de la esperada tercera parte del reboot. Una saga que ha tenido sus altibajos, pero que sin duda nos ha traído interesantes historias de mutantes —algunas de forma muy liberal—. Siento que hay un fuerte conflicto en determinar si todas las partes son consistentes en el mismo universo, o no. Pero eso no importa la mayoría de las veces, ahora queremos ver la gran batalla en contra del mutante que tiene al mundo a sus pies, en su versión de la pantalla grande con X-Men: Apocalypse.
Yo no sé si el hype fue demasiado, pero al terminar la película sentí un vacío. Algo no estaba bien, pero no sabía qué. Sentía que definitivamente Days of Future past había sido mejor y que First Class había traído una experiencia más consistente. Conforme pasaron los días, me di cuenta que no era solo yo: Apocalypse es mala.
De entrada el villano es mal representado; Apocalypse se vio tenue, ingenuo y ridículo. Su caracterización es mala, sus diálogos son intrascedentes y sus elecciones son torpes —caso en punto: sus cuatro jinetes—. Lo que los escritores hacen con Magneto ya es demasiado repetitivo, en todos los sentidos. Las actuaciones fueron de normales a malas y la batalla final, nada del otro mundo.
X-Men: Apocalypse tiene momentos brillantes, sí. Quicksilver otra vez se lleva la película —aunque dudo que puedan lograrlo una tercera vez—, McAvoy y Fassbender hacen lo que pueden, pero la trama es simplemente demasiado mala, muy larga para una sola película y separada de los cómics en exceso. Definitivamente una decepción muy sorpresiva. Si no van al cine y no la ven, no pasa nada.