Hace más de dos años y medio me encontraba trabajando en un pequeño pero interesante proyecto. Al iniciar la agencia de marketing, las responsabilidades aumentaron a lo que era trabajar en una empresa. Las labores administrativas ahora caían sobre mis hombros, y rápidamente se iba haciendo obvio el hecho de que las facturas son un caos.
Me imagino que ya saben a donde va esto, pero en sus humildes inicios, yo no sabía. En aquel entonces Factura Box —volteé el nombre debido a que el dominio no está disponible— era una versión mejorada de un sencillo script que descargaba los adjuntos de un buzón de Gmail.
El enfoque fue crear un simple servicio de email que procesaría los archivos adjuntos, y tal vez los procesaría a una hoja de Excel.
Fueron tal vez los días más emocionantes y desconcertantes de mi vida. Esta iniciativa fue patrocinada por el simple hecho de que a inicios de año de aquel 2015 no teníamos mucho qué hacer. Si el mundo no me iba a dar trabajo, yo mismo me iba a poner uno.
Resultaba emocionante debido a ser la novedad, la gran idea que revolucionaría al mundo —aún sigo esperando esta parte—, sentía otra vez la emoción de idear, pensar y diseñar algo que no existía, y que era necesario. (Hablo en pasado no porque esta emoción haya pasado —me siento muy apasionado de esto aún—; pero la rutina le ha quitado algo mágico.)
Eran días de aprender algo nuevo todos los días: de entender las tripas de cómo funciona un email; de idear la mejor forma de mostrar la información de las facturas; de elegir colores, tipografías y darle personalidad a la marca; y de hacer un daemon—un servicio que corre permanentemente en el fondo.
Box Factura es mi éxito más grande hasta el momento; es un servicio que le ayuda a cientos de empresas a tener un control administrativo a un precio justo; que ayuda a negocios pequeños a enfocarse a crecer, y que empieza a formar mi sueño de independencia financiera.
Pero todo pendía de un hilo; si al subir esto a Internet no funcionaba, ya no le iba a dedicar más tiempo. Habría decidido que esto no era para mi y que tendría que explorar otras ideas.
De haber fallado no estaría aquí, ni conocería a gente interesante que cree en ti y te apoya a pesar de lo rudimentario que sea tu producto; no sabría lo que es poner un producto para que lo vea el mundo, lo haga pedazos y tengamos que reconstuirlo de las piezas que aún sirven; no podría dar consultorías de material práctico, que costó sangre y sudor; no habría convertido a duros escépticos en felices clientes. De haber fracasado no estaría haciendo algo que solo un puñado están intentándolo, y no sabría lo mágico de trabajar en un SaaS, en el que si hay un día que no quiero trabajar, puedo darme ese lujo.
De haber fallado no me hubiera levantado, ni aprendido la lección de que uno no se rinde ante el primer problema.
P.S. Descarga masiva de CFDI Nuestro nuevo servicio, es una real necesidad para empresas grandes y pequeñas.
De Haber Fallado fue escrito por fael el día miércoles 18 de octubre de 2017 a las 10:28 p. m.