Un Tri de quinta… de quinta categoría
México le puso espasmos de ansiedad e ilusión legítima al trámite, pero cuando lo dispuso, Brasil, por genes, por biotipo, por escuela, por el cromosoma bendito del futbol, puso epitafio de 2-0 a la nueva incursión fallida del Tri por llegar al Quinto Partido.
Neymar, el simulador de vuelos frecuentes, le puso al mortaja al Tri. No sólo esgrimió el arma asesina, sino que él mismo la acuñó en complicidad con William. Y el segundo lo fabrica en descolgada turbo, para que sólo lo firme Firmino en el dintel de Ochoa.
La historia una vez más termina en lo mismo. La constante de la selección en mundiales es un par de buenos juegos, ilusión desmedida, palabras grandes y la antesala del quinto partido. No se llega a menos. Tampoco se llega a más.
La fórmula esta vez varió un poco; sabíamos que sería probable clasificar en segundo lugar, pero no nos imaginábamos de qué forma tan extraordinaria y afortunada se lograría. Es cierto que se le venció al campeón del mundo, pero también lo logró Corea, con una diferencia más amplia, también es cierto que clasificar con seis puntos no es poco, pero esos mismos también estuvieron a punto de ser insuficientes. No lo fueron, pero como si lo hubieran sido.
Tal vez tenemos que empezar a aceptar que no nos alcanza para más. En un mundial se le puede competir a una o dos potencias, a más está difícil. Se puede romper la quiniela una vez, dos es improbable. Se puede salir avante del grupo de la muerte, pero no más.
Para que México llegue al ansiado quinto partido se requiere además de lo que ya se pone, una dosis de suerte también. Eso o ser anfitrión.
Y ahora que el humo se despeja vemos las grandes diferencias, mientras en Alemania se le da continuidad al proyecto a pesar del tremendo fracaso, para México lo más probable —y normal— es empezar desde cero.
No sé quién esté en lo correcto, solo el tiempo nos dirá.