Todos tenemos héroes, personalidades que admiramos, seguimos y un día, aspiramos a ser como ellos. Pueden ser mundialmente conocidos, o parte íntima de nuestra vida. Estas personas nos ayudan a tomar decisiones pensando en lo que harían si estuvieran en nuestros zapatos.

Qué pasaría si tuviéramos lo contrario—personas a las que definitivamente no quisiéramos imitar? Nos servirían como guías de lo que no debemos hacer? Pienso que sí.

Cuando estaba en la carrera, mi primer clase de marketing era un oasis educativo, ya que después de muchos años de estudiar cosas que no me interesaban, por fin llegaban las materias que definirían mi vida laboral. La maestra en la primer semana nos pidió comprar Dirección de Marketing, un libro de 700 páginas. Las semanas dieron pie a los meses y de pronto ya estábamos al final del semestre y habíamos leído tan solo el 10% del libro. Un compañero, Gabriel (no es su nombre real) compartió su sentir del desperdicio de comprar algo que fue utilizado muy poco. Pensé en contestarle que lo podía leer por su propia cuenta, no tenía que serle asignado para tener permiso, pero me detuve pensando en que yo tampoco lo había hecho.

Las siguientes noches las pasé leyendo el libro, esto me llevó a encontrar el tipo de lectura que disfrutaba: diseño, psicología, liderazgo, historias de éxito, negociación, y marketing.

Ciertamente Gabriel no era un mal tipo en todos los aspectos de su vida, pero era un poco incongruente—hablaba de los efectos negativos de la globalización mientras vestía el jersey de su equipo favorito de Holanda. Esos rasgos de personalidad podemos tomarlos para guiar nuestras decisiones, imitándolos o evitándolos.