Segundo, entiendo cómo funciona Internet. Si quisiera que mi contenido no fuera copiado, no lo pondría en la web. Me da risa, tristeza y ternura sitios como El Universal que tienen desactivada la selección del texto o sus variantes anti-copia que sólo lastiman la experiencia del sitio. Sea el método que sea, Javascript o CSS, el texto sigue siendo texto y se puede copiar. Tan fácil como desactivar Javascript y quitar las hojas de estilo, ver el código fuente o, en caso de que el contenido esté en Flash o PDF, siempre habrá la posibilidad de imprimir pantalla o copiar el texto a mano. Siento que este tipo de prácticas dañan más al sitio, mermando una experiencia estándar ya conocida por los usuarios casuales, no permitiéndoles extraer un pedazo de contenido para compartirlo o referenciarlo en otra parte —que finalmente les va a ayudar—.
Total, la historia que relataré hoy comienza el año pasado, que descubrí Code Canyon, un marketplace de autores y consumidores de productos web —desde widgets y plugins hasta soluciones e-Commerce completas—. Viendo la popularidad del widget de Engadget, no encontrando un widget similar para WordPress y queriendo ensayar un poco mi PHP-fu, decidí imitarlo. Claro que también serviría para ver qué tanto mercado hay para estas cosas. Un par de semanas después, subo y lanzo el widget que un año después se había vendido más de 250 veces.
Pero con sólo una transacción monetaria de por medio para tener acceso al zip que contiene todos los archivos del widget, sería iluso pensar en que la piratería sería inexistente. Eventualmente alguien subiría el zip, así como se ha hecho en prácticamente toda la industria del software; desde sistemas operativos y suites de diseño hasta plugins como el mío y aplicaciones para smartphones. El precio varía desde los miles hasta los centavos de dólar, en eso no hay distinción.
Si cada descarga ilegal constituye o no un delito, ha sido un tema difícil en los últimos años. Yo trato de ser conciente con el software con el que trabajo, que en su mayor parte es libre, freeware u open-source —Notepad++, WAMP, Firefox— o versiones obsoletas —Windows XP, Paint Shop Pro 8— (que de igual forma debería comprar, no es justificante). Y los juegos que tengo, la mayoría los compré en Steam y cuando son de desarrolladores independientes, procuro apoyarlos.
Pero siempre habrá gente barata. Y no hablemos de productos de cientos de dólares; hay quienes no pagan por aplicaciones de 99 centavos —habiendo comprado un teléfono de cientos de dólares—. Y en este aspecto no hay —ni habrá, probablemente— una solución real. Ni números de serie, ni validación por Internet, ni DRM — todas y cada una de estas prácticas terminan mermando más la experiencia para nuestro mercado real —la gente que nos compró— sólo para ponerle algunos tropiezos a gente sin escrúpulos que definitivamente no pagará. Quien no quiere —o no tiene para— pagar, no lo hará; preferirá no tener el producto. Hace años que no compro un DVD original, pues la experiencia es inferior a su versión pirata; una me advierte de los riesgos de la piratería, de que soy mala persona, me obliga a ver este mensaje, a esperar a que se termine este mensaje y me pone trailers y anuncios que no se pueden saltar. En la otra, la película empieza inmediatamente. Adivinen cuál es cuál.
No siendo un análisis novedoso, ni mucho menos, pero creo que la piratería es una de las mejores formas de mercadotecnia. Si 10 personas —que de todas formas no iban a pagar por mi producto— lo utilizan y me llevan a una venta, es una venta que no tenía presupuestada y que probablemente no habría llegado si el cliente no hubiera visto a otros utilizarlo. Tiene sentido, pero no lo había experimentado hasta este mes, en parte por un poco de suerte. Resulta que en una actualización me parece buena idea poner un enlace debajo del widget que lleve a comprar el plugin, con un código de referido, poner el enlace es opt-out en el panel de administración —y no aparece mi código de referido por default—, así que es un trato justo de ganar-ganar. Si se pone el código y se realizan dos o tres ventas de referidos, el plugin se terminó pagando solo.
Sin mucha sorpresa, los clientes desactivaban esta opción, pero al parecer los no-clientes, lo dejaban. Entonces empezaron a aparecer más y más resultados con este texto, Google dice que son aproximadamente 477,000, pero considerando que este widget aparece en todas las páginas de estos sitios y dado a que no es posible filtrar por dominio, pero estimando 1,000 resultados por dominio, son casi 500 sitios que lo utilizan y dejaron el enlace. Y considerando que no van ni 300 ventas, es evidente que muchos son piratas.
Un par de lecciones para terminar este post que se extendió de más. Primero, siempre habrá gente barata y mientras los productos sean creados masivamente, habrá piratería —y las cosas que no son masivas, también—. Segundo, para ganarle a la piratería, hay que ofrecer valor difícil o imposible de piratear. En software puede ser soporte, aviso automático de actualizaciones o acceso a una zona exclusiva —como Battle.net—. En música en CD, la industria debería aprender de Tool, pues mientras copiar un CD es increíblemente sencillo, el diseño y la experiencia de los folletos que acompañan al CD sería tanto incosteable como imposible de duplicar. El problema es cuando nos venden un CD a su precio regular y su valor añadido —un folleto de mala calidad, con dos o tres fotos y la letra, cuando más— es casi idéntico al de prescindir de él.
P.S. La descarga ilegal, aquí Y han sido tan buenos que incluso han agregado un mp3. Como sea, nadie les puede asegurar que no le hayan metido algo que vaya a joderse a su servidor. Si prefieren comprarlo, me harían un gran favor.