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Hoy, que los fraudes en el futbol están de moda, me encuentro en AskReddit la historia de Carlos Henrique, apodado el ‘Kaiser’, quien, a inicios de los ochenta, comenzó a hacer realidad el sueño de todo joven brasileño: ser un futbolista profesional. El problema es que el Kaiser no tenía talento para el deporte; pero no dejaría que un detalle tan insignificante como este truncara su sueño y su carrera, que duró prácticamente dos décadas y en la que, a pesar de jugar en la posición de delantero, nunca anotó un gol.

Carlos Henrique comenzó su plan haciéndose amigo de las grandes figuras de Brasil de esas épocas: Romario, Renato Gaúcho, Branco, Edmundo y Ricardo Rocha, entre otros. Estos cracks, por su amistad con el Kaiser, convencían a sus clubes de otorgarle un contrato de tres meses para probarlo en sus filas. Con el contrato en mano, Carlos Henrique argumentaba no estar en forma para jugar, por lo que entrenaría por su cuenta algunas semanas, tiempo que utilizaba para conquistar a chicas, presumiendo su status y sus amistades.

Transcurrido el primer mes, en el primer día de entrenamiento, el Kaiser pateaba la pelota y luego fingía una lesión, retorciéndose en el campo, pasando 20 días con los médicos que tenían que creerle, pues en esos tiempos no había tecnología para determinar la dolencia. Este tiempo lo aprovechaba para hacer más fuertes sus lazos de amistad, llevando a mujeres a los hoteles de sus amigos futbolistas, solucionándoles un gran problema, pues una vez concentrados, el jugador no podía abandonar el lugar. Si ellos no pueden ir a las mujeres, Carlos Henrique llevaría las mujeres a ellos.

Después de esto, el contrato sencillamente vencería y sus amigos le encontrarían otro club, en el que repetiría la fórmula. Se dice que la mayoría de los doctores opinaban que su caso era uno de muy mala suerte—tantas lesiones no era algo normal. Se cuenta una anécdota que en uno de estos lapsos de reposo, fue a la práctica con un teléfono celular que en esas épocas era un lujo, fingiendo recibir una llamada que contestaba en inglés, supuestamente algún club europeo estaba interesado en él. Resultaba fácil engañar a sus compañeros, pues no hablaban inglés, pero uno de los doctores sí, quien llegó a confrontarlo diciéndole que su conversación no tenía sentido y descubriendo que el teléfono era en realidad un juguete. Carlos abandonó ese club prematuramente, pero la fórmula siguió.

En otra ocasión, mientras Carlos se recuperaba, el entrenador lo puso en la banca. Le explicó que no jugaría, pero su equipo al ir perdiendo, eligió al Kaiser para que comenzar a prepararse, ya que iba a entrar al partido. Carlos, nervioso de ser descubierto, se enfrentó verbalmente con un grupo de aficionados del equipo, recriminando el mal desempeño. Carlos Henrique fue expulsado por esto, antes de entrar al terreno.
Furioso, el presidente del equipo, mandó a llamar a Carlos, quien se presentó y lo primero que dijo fue “antes de que diga algo, escuche. Dios me dio un padre, que ya murió. Pero Él me dio otro”, apuntando hacia el presidente, “Y yo nunca permitiré que digan que mi padre es un ladrón. Eso era lo que estaban diciendo los aficionados, por eso es que intervine”. El presidente le amplió el contrato seis meses más.

Viendo que sus amigos estaban siendo contratados por equipos europeos, la parte importante de su plan maestro se alejaba. Así que fichó por el Ajaccio de Francia, en donde, en su presentación, tuvo uno de sus más grandes desafíos, pues cientos de fanáticos se habían congregado para ver al nuevo ídolo. En este escenario, el viejo truco de la lesión no funcionaría, así que el Kaiser comenzó a patear los balones hacia las gradas como obsequio a los aficionados. Sin balones para entrenar, el coach y el equipo tuvieron que hacer solamente ejercicio físico.

Siete años duró en Ajaccio, entrando al terreno por sustitución una veintena de ocasiones, sumando muy pocos minutos. Después de esto regresó a su natal Brasil para darle fin a su impresionante carrera, sumando la igual de impactante cantidad de cero goles anotados.

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