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El viernes pasado Dave Grohl, vocalista y guitarrista de Foo Fighters tuvo un desafortunado accidente al caer del escenario y fracturarse una pierna (lo que puedo comentar es que hasta para caer se debe tener estilo). No había terminado siquiera la segunda canción cuando el concierto parecía terminarse prematuramente.

Pocos minutos después, Grohl reaparece en una camilla y termina el concierto mientras es atendido por los médicos. Una tragedia se convierte en una oportunidad y en un hecho histórico: ningún fan se habría negado a asistir al show en el que Dave Grohl se fracturaba una pierna. El profesionalismo, estemos donde estemos, destaca cuando se sigue haciendo lo que se tiene que hacer, independientemente de la situación. Aplaudo esta gran decisión bien razonada: si la salud de Grohl hubiera estado en riesgo, seguramente no podrían haber continuado como lo hicieron. Pero dudo que se hubiera cancelado el concierto.

Esto fue el viernes, en Suecia, a mitad del tour eurpeo de los Foo Fighters. Las siguientes fechas, como se pueden imaginar, sí fueron canceladas. Una cosa es hacerse el valiente y otra es hacer una estupidez. Dave se disculpó mediante un emotivo comunicado.

Tengo que reconocer ambos gestos de profesionalismo: primero por seguir la función—el lema de cualquier artista que se de a respetar; después, por no ser testarudo y en tercer lugar por comunicarlo tan abiertamente.

Mi fugaz lado artístico, las vivencias de la vida, pero en especial mi familia me han enseñado a ser pragmático. A veces se siente feo decir las cosas como son, pero hay que respetar los planes y la audiencia más que el problema. Cancelar o posponer las cosas agravan aún más el problema que darle su lugar, arreglarlo y, si es un deceso, llorarlo. Pero los planes deben seguir.

Por eso, si algún día llegara a faltar, sigan sin mi. La función debe continuar.