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Me atrevo a decir que en algún punto, todos los cinéfilos nos hemos puesto la meta de ver al menos las películas nominadas por los Óscares. Muchos hemos fallado en ver siquiera al ganador del mejor filme. Este año, para finales de mes, mi meta es ver las ocho nominadas a mejor película. Y posiblemente en el futuro, ponerme al corriente con los ganadores de los últimos 20 años.

El primero es The Big Short, una cinta plagada de grandes actores tratando de explicar lo que sucedió en el mercado inmobiliario en 2008.

Un gran agradecimiento a la producción por ponerle a la audiencia, en términos claros y fáciles de comprender, la jerga de créditos, hipotecas y bancos. Me ha pasado en más de una ocasión, que me pierdo al desconocer realmente de qué se está hablando.

The Big Short es una película seria, pero se toma muchas cosas a la ligera—llegando a jugar con recursos cinematográficos muy espectaculares, pero poco creíbles, para darles la vuelta. Y, pienso, pasándose un poco de graciosos y a veces reiterando mucho con un punto o exagerando a algún personaje en sus maneras de actuar.
El flujo de la película es bueno y el hecho de que esté basado en una historia real le da muchos puntos, sin embargo no puedo ver la forma en la que esté ganando mejor película, y estoy seguro que es el caballo negro, aún sin tener un marco de referencia grande.