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Lo acontecido este fin de semana en Querétaro es un claro reflejo de lo que hoy es México: un país desquiciado. La polarización, la corrupción, la impunidad, la cultura que adora la violencia, y el clásico «no pasa nada» —y el neoliberalismo, agrega un personaje célebre de nuestro país— son los ingredientes que han permeado nuestra sociedad. A los que nos queda un poco de conciencia y pensamos en levantar la voz, nos aterra pensar en las consecuencias de señalar al violento, al corrupto, al criminal.

Mr. Rogers célebremente contaba que cuando veía cosas malas en TV, su mamá le decía «busca a los que ayudan, siempre encontrarás a gente que quiere ayudar». Este fin de semana, en la decena de crudos videos que circulan en redes, solo vi a una chica intentando jalar a un hombre inconsciente mientras que un par de enfermos seguían golpeándolo. Evidentemente no pudo hacer mucho y ahí se corta el video.

Me es muy difícil pensar que en un estadio casi lleno no fueran mayoría los que simplemente iban a ver un juego de pelota, pero ante estos desquiciados, nadie pudo levantar la voz, o la mano. Ya no sabemos a quién nos enfrentamos, pero sabemos que las autoridades no van a estar de nuestro lado para respaldarnos y garantizar nuestra seguridad.

Éramos más los buenos, ahora somos más los que simplemente no nos metemos en asuntos que —aparentemente— no nos importan (aunque claramente no es así, por eso la sociedad está sumida en este problema).

El tuit de Ana resume mi sentir hacia el futbol en general en los últimos años. Es un deporte que su mejor versión no está en España o Inglaterra; está en el pasado. Los últimos ídolos hoy se están retirando, el deporte se ha estancado y la estrategia ha sido plenamente optimizada para obtener el mayor beneficio de local y trabar y destruir el juego en calidad de visitante. El jogo bonito ha muerto, y lo mató todo lo que lo rodea.