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Seis largos años tuvieron que pasar antes de que pudiéramos volver a Hyrule, y por los últimos cuatro años nos preguntamos qué seguiría después de la masiva aventura que fue Breath of the Wild. Y aunque desde el año pasado teníamos una fecha, cada mes que pasaba se sentía como si no hubiera nada tangible, hasta pocas semanas antes del lanzamiento con una presentación especial de la cual decidí prescindir para tener una sorpresa completa.

Y justo una sorpresa ha sido todo esto. Sin spoilear ni hablar de más, las nuevas mecánicas son claramente muy interesantes y el principal punto promocionado, pero en todos los aspectos hay mejoras; la historia es atrapante, el combate es más fluido, la fórmula es similar pero suficientemente distintiva para ser fresca, e incluso hubo un claro enfoque a atender los puntos de crítica que el último juego tuvo.

Tears of the Kingdom no es un juego. Es un evento, una celebración, un retorno a una experiencia y una memoria de la que voltearemos atrás y la recordaremos con una sonrisa.