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Ser niño en los 90 cada vez aparenta ser una experiencia que ningún otro ser humano podrá vivir. Con las plataformas de streaming, la comunicación instantánea, la aparente ininterminable oferta de contenido y otras formas de entretenimiento que compiten por nuestra atención, la fórmula parece ser irrepetible.

Prácticamente toda la niñez y la juventud de México esperaba con ansias las 6:30pm para ver el nuevo episodio de Dragon Ball, primero para disfrutar de una gran historia con interesantes y variados personajes, pero en segundo lugar, para no quedar fuera de la conversación. El siguiente día, a la hora del receso, el tópico era justamente el episodio que acababa de ser transmitido. Si no llegaste a tiempo, mala suerte. Quién sabe cuánto tiempo pasaría para que Canal 5 lo volviera a transmitir. La mejor estrategia era procurar evitar que sucediera de nuevo.
Existía una versión muy rudimentaria del Internet, de ahí podíamos conocer algunas cosas que irían a suceder. Sabíamos que Goku se transformaría en Super Saiyan eventualmente, lo que no sabíamos era cuándo. Lo que existía en la web tenía que venir de alguna forma, directamente desde Japón, ya que en México y Latinoamérica vimos primero Dragon Ball que en Estados Unidos, lo cual era muy raro, así que las primicias no podían venir de nuestro vecino. Esta ignorancia e incertidumbre era mágica, el combustible de muchas horas de entretenimiento.

Akira Toriyama fue el genio detrás de esta historia y estos personajes, y ayer dejó de pertenecer a nuestro plano para pasar a otro en el que esperamos tenga una aureola sobre su cabeza. Será recordado no solo por Dragon Ball, que en sus diferentes encarnaciones capturó la atención no solo de mi generación, sino de una anterior y posiblemente no una después de la mía, tal vez dos; sino también por ser parte del dream team que hizo posible un proyecto que era demasiado bueno para ser cierto: Chrono Trigger, uno de los mejores juegos de la historia.

Descanse en paz, Toriyama-san.